Hoy inauguramos desde nuestro centro de fisioterapia de Hospitalet de Llobregat la sección de artículos relacionados con la fisioterapia

y abordando un tema que en la práctica diaria me es muy preguntada por mis pacientes: ¿Qué es exactamente una contractura? Pues bien, a continuación podréis leer una descripción, completa pero sencilla de entender, que explica que es, sus causas y características. Para no extenderme demasiado, ya hablaré en futuros artículos de sus técnicas de tratamiento específicas y otras terapias que puedan ayudar. ¡Comencemos!

  • ¿QUE ES UN PUNTO GATILLO ó PGM?

El músculo, donde se hallan los PGM, suele sufrir los impactos de nuestra vida cotidiana como golpes directos, sobrecargas musculares, malas posturas, sobresfuerzos, mala nutrición, nervios y estrés, etc. Por tanto, los PGM representan una de las principales causas de dolor muscular y articular que más limitan nuestro día a día.

Un PGM, en resumen, es una zona de tensión comúnmente descrita como ''nudo'' o ‘’contractura’’ localizada dentro del músculo, dolorosa a la palpación y a la presión y que genera una serie de problemas que se mencionarán más adelante.

En términos técnicos y generales, un punto gatillo es una zona dónde la contracción muscular es permanente debido, principalmente, a la secreción excesiva de varias sustancias, llamadas acetilcolina y colágeno, y a la pérdida progresiva de una proteína llamada elastina:

  • La aceticolina provoca una contracción constante que consume más energía de lo debido y que lleva a una ''crisis energética'' dentro del músculo, que es incapaz de volver a su posición original y que debe esforzarse mucho más en mantener la postura o moverse.

  • El colágeno se acumula y ‘’endurece’’ el músculo y la pérdida de elastina hace que se vuelva más rígido.

Esta contracción permanente también ''ahoga'' la zona evitando un flujo sanguíneo correcto, con lo que llegan menos nutrientes, energía y oxígeno. También se genera una respuesta inflamatoria que desencadena la aparición del dolor muscular y a la secreción de más acetilcolina, colágeno, etc., generando así un círculo vicioso.

¿QUE EFECTOS PRODUCE UN PGM?

A raíz de los procesos antes mencionados, un PGM genera un conjunto de efectos perceptibles por el paciente y que pueden resultar muy molestos y dolorosos.

Entre los signos, encontramos:

  • Debilidad muscular: el músculo pierde fuerza hasta niveles no dolorosos para el cuerpo como mecanismo de defensa.

  • Limitación del movimiento: la contractura evita que el músculo se pueda estirar hasta su máximo y/o provoca dolor en hacerlo.

  • Dermografismo: son pequeños cambios que se producen en la estructura y la tensión de la piel que recubre al PGM. Todavía se desconoce la relación entre ambos.

  • Paniculosis: es un engrosamiento del tejido subcutáneo que se halla en el área del PGM, haciendo que la piel se ‘’pegue’’ al músculo.

Y entre los síntomas:

  • Dolor: puede variar mucho en intensidad, extensión, localización, periodicidad, etc. Habitualmente el dolor a la presión produce una sensación de dolor agudo, quemazón y/o pesadez y que se proyecta hasta otras partes del cuerpo, lo que se conoce como dolor referido. Cada músculo genera un patrón de dolor, si hay un PGM, y puede variar mucho de uno a otro.

  • Disminución de la tolerancia al esfuerzo: la falta de riego sanguíneo dificulta la llegada de energía y oxígeno a la zona, por lo que el músculo se cansa mucho más rápido.

  • Espasmo muscular local: sensación que se tiene al palpar un PGM, donde este ''salta'' de nuestros dedos al pasarlos por encima.

  • Trastornos autonómicos: debido a la relación estrecha que tiene el PGM con el sistema nervioso, algunos de ellos pueden desarrollar síntomas peculiares, sobretodo dependiendo de dónde se hallen. No suelen ser habituales. Algunos ejemplos serían: sudoración anormal, lagrimeo y trastornos visuales o salivación excesiva. Y también:

    • Alteraciones del sueño: suele deberse a la compresión del PGM cuando se está tumbado en la cama. Al producir un aumento del dolor, el paciente se despierta y suele tener dificultades para conciliar el sueño y/o mantenerlo.

    • Trastornos propioceptivos: desequilibrio, mareo, acúfenos (pitidos en los oídos) y alteración de la percepción del peso de los objetos al levantarlos (percepción ponderal).

¿QUE LOS MEJORA O LOS EMPEORA?

Hay diferentes factores que pueden influir positivamente sobre el PGM disminuyendo sus síntomas o por el contrario agravándolos y prolongándolos en el tiempo. Es importante conocer estos factores para evitar su aparición o agravarlos en caso que se sospeche de su presencia. Los factores se clasifican en:

  • Beneficiosos: mejoran su sintomatología y pueden ayudar en su tratamiento.

    • Estiramientos pasivos, lentos y suaves del músculo afectado afectado + calor: son relajantes, sedantes y disminuyen el tono muscular, aumentando su elasticidad. Debe ser pasivo para no generar dolor a la contracción voluntaria.

    • Aplicación de calor húmedo sobre el PGM: el calor provoca un aumento del riego sanguíneo local y por ende la concentración de oxígeno y de nutrientes.

    • Masaje profundo: aunque doloroso al principio, un masaje bien realizado sobre un PGM aumenta la circulación de la zona, relaja al músculo y lleva a la secreción de endorfinas, que disminuyen el dolor; entre otros efectos.

    • Ejercicios dinámicos que no supongan una contracción del músculo: son conocidos como ejercicios excéntricos. Producen una estimulación propioceptiva y estiran al músculo y, en consecuencia, al PGM.

  • Agravantes: empeoran el estado del PGM.

    • Contracción del músculo: cualquier contracción del músculo con PGM produce dolor ya que aún se comprime más la zona.

    • Exposición al frío: el frío produce una contracción muscular rítmica como defensa para generar calor (escalofríos).

    • Alergias: cualquier tipo de alergia produce una secreción de una sustancia llamada histamina, que desencadena inflamación y constriñe la circulación localmente, generando un aumento del dolor.

    • Estrés: el mantenimiento del estrés lleva un aumento de la secreción de adrenalina. Esto influye en el sistema inmune, el sistema nervioso autónomo y por tanto en la actividad del PGM.

    • Depresión: produce una disminución del umbral del dolor y su intensificación. Además, produce una apatía progresiva que comporta una disminución de la actividad física,

  • Perpetuantes: evitan que el PGM pueda desaparecer y suelen agravarlo.

    • Estrés mecánico: contracciones mantenidas del músculo, presión directa mantenida sobre él, problemas estructurales, malas posturas, falta de tono muscular y el sedentarismo favorecen su aparición o los cronifican.

    • Desarreglos nutricionales: dietas muy ácidas y una hidratación pobre espesan el organismo y lo acidifican, desencadenando procesos inflamatorios constantes que llevan a la aparición de múltiples PGM.

    • Procesos infecciosos: todavía no se sabe muy bien la relación entre infecciones y el PGM, pero se le supone una reacción de sensibilización del sistema nervioso autónomo. Es muy usual que persista el dolor de los PGM cuando el paciente padece de una gripe, por ejemplo (trancazo).

En definitiva, son muchos los factores que pueden llevar a su aparición, y más aún los mecanismos fisiológicos que los pueden desencadenar. Lo único a ciencia cierta es que hay que cuidarse, mantenerse activo, nutrirse bien y, en caso de duda acudir a un fisioterapeuta o acupuntor para tratarse o asesorarse correctamente para prevenir su aparición (como hacer ejercicio, reeducar la postura, terapia de relajación y reducción del dolor, etc.).

¡Esto es todo por hoy amigos míos! ¡Nos vemos en el próximo artículo de Kinegé!